Filosofía como muerte

 

Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.”1

 

 

Tenemos una visión del mundo gobernada por la literalidad de la perspectiva que llamamos científica, todo lo que se pueda considerar válido para más de un individuo deberá estar avalado por una correspondencia con la información del mundo que obtenemos de los sentidos y ,a su vez, estar avalada por algún método que tenga una forma de legitimar cómo un sistema de creencias se relacionan con el mundo de los hechos y la realidad, aunque sea en niveles que escapen a nuestras posibilidades sensibles. También esperamos que las creencias y métodos estén respaldados por personas que se han convertido en autoridades y estén trabajando en instituciones que otorgen sellos de garantía sobre todo lo que producen. Desde esta perspectiva nuestra aproximación con la filosofía antigua provocará un choque que nos podría impedir un verdadero intento de compenetración con lo que se consideraba filosofía en el mundo antiguo.

 

 

La perspectiva religiosa, para el hombre antiguo, era más que una visón que se mantenía por respeto a la diversidad y que cada quien habría de retener en la privacidad del hogar, era una genuina forma de comprender el mundo y a sí mismos, una forma de entender el lugar del hombre en el cosmos, así como su relación con todo aquello que los rodeaba y en lo cual estaban sumergidos. Lo que consideramos como el “mundo real” es en la antigüedad el mundo determinado por el devenir, aquél que siempre llegar a ser para alguien y en relación a algo, el mundo que siempre está llegando a ser, pero nunca es, un mundo que escapa a la estabilidad.2La realidad de este mundo que no es el verdadero ser, que no es la realidad ni lo verdaderamente bueno, participa de aquello de manera un tanto distante, es causado por la luz de la divinidad que lo llena y lo rige en el mundo visible; no hay mejor manera de entender como la divinidad nutre este mundo que con la relación simbólica que usa al Sol como imagen de la divinidad en el mundo sensible. Este mundo (el sensible) participa de lo verdadero al estar a la sombra de lo bueno y verdadero3, es, pues, lo que está en la sombra de la divinidad.

 

 

El hombre era entendido como un reflejo de la totalidad, así como el mundo estaba sumergido en el alma, el hombre en tanto cuerpo, era materia llenada, desbordada y gobernada por el alma. Su alma individual era en realidad un expresión particular de lo divino que gobernaba el mundo, pese a tener una expresión individual no estaba desligada del principio de movimiento de la totalidad. Así como el mundo, el hombre no tiene partes inconexas que están yuxtapuestas sin tener relación entre sí, sus sentidos se reportan a un centro y forman una imagen del mundo, sus afectos se mueven dentro de él e interactúan entre sí y con el mundo externo, se puede decir que el hombre vive a través del cuerpo, y lo que vive a través de algo será diferente a aquello que use para vivir, por tanto, al no haber otra opción, el alma usa al cuerpo del hombre y se manifiesta a través de éste. No somos más que un alma utilizando una herramienta.4

 

 

Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz.”5

El mundo con sus partes no difiere mucho de la analogía de la caverna. La materia es el receptáculo de la potencia divina, la primera que es obscura e informe necesita estar dirigida hacia la segunda que es formadora y luminosa, pues las sombras que residen en el fondo de la caverna no son sino la materia llenándose (en la medida de lo posible y por efecto distante) de las formas que la divinidad coloca sobre ésta, llenándola, de alguna manera, de vida. Contemplando esta visión, el hombre que se descubre como un espejo del mundo descubre que lo que reconoce como un “yo”, en lo más literal de su percepción, no es más que la materia de la que se sirve el alma para manifestar sus formas, un recipiente que expresa las evoluciones que le imprimen las potencias divinas, así como una herramienta a través de la cual la divinidad muestra una parte de sí en los lugares más obscuros e informes del cosmos. Este conocimiento le revelaba al hombre antiguo lo miserable de su condición, es un ser(o expresión de lo que verdaderamente es) que vive en una cápsula limitada, obscura, volcado hacia el lado opuesto de aquél origen de formas y vida6.Pero tal conocimiento es también el inicio del cuidado de sí mismo, al saber lo precario de su condición también descubre las posibilidades de su naturaleza: expresa divinidad, puede volcarse hacia aquello que lo usa. Recordando la nobleza de su origen7 descubre cuál es su mejor destino y lo que puede hacer para alcanzarlo: conocerse a sí mismo y volcarse hacia la potencia divina.8

 

 

El conocimiento es una transformación del hombre respecto de su condición al nacer o encarnar. El hombre como expresión encarnada del alma es una herramienta, pero si es alma, para poder conocerse a sí mismo el hombre debe redirigirse hacia el origen de su movimiento, belleza. Cual efecto de la divinidad, para poder conocer, el hombre no puede permanecer en la misma posición en que ha estado desde que nació, pues eso equivaldría a simplemente hablar de las sombras que están en el mundo9.¿De qué le serviría al hombre descubrir su posición el mundo si simplemente no hará algo? El discurso filosófico es una guía que le muestra al hombre aspectos de su naturaleza, sin discurrir, el hombre no obtiene nociones de lo que es ni se le revela cómo ha vivido, pero a su vez el discurso filosófico tiene un límite. Donde el discurso simplemente no puede avanzar más (pues su propósito simplemente es mostrar), empienza (o se hace más evidente) el compromiso de aquél que se ha iniciado (ya sea por cuenta propia o voluntad divina) en el conocimiento10. Si la justicia es un principio que está fuera de la caverna y desde ahí actúa manifestándose en el mundo, aquél que desea conocerla debe tornarse hacia la justicia, dicho de otra forma, para que el discurso lleve auténticamente hacia el conocimiento de la justicia aquel que conoce tiene la responsabilidad de intentar vivir justamente. En este punto se presenta la trampa de la ignorancia: si sólo discurrimos sin buscar el objeto del conocimiento, podremos creer conocer aquello que buscamos, pero caeremos en la trampa de creer conocer lo que se ignora; si, por el contrario, nuestros discursos nos revelan que carecemos de aquello que buscamos conocer, entonces tendremos la prudencia de saber que ignoramos y no creeremos conocer lo que no sabemos11. El ejercicio en el saber, el ejercicio de la filosofía, no era únicamente un trabajo de elaboración teórica, era una acción indisoluble de la vida práctica que implicaba una transformación ética. El hombre no sólo elaboraba discursos sobre lo que pensaba del mundo, dedicaba su vida a buscar aquello que era objeto de su amor.

 

 

Cuando el hombre se torna desde su naturaleza corpórea hacia los principios divinos, ocurre como aquél ojo que se ve a sí mismo en los ojos de otro12: el alma se ve a sí misma, pero aspirando a lograr contemplarse en el espejo de la divinidad.13Es la divinidad con su naturaleza diáfana la que le revelará su propia naturaleza y le servirá de confirmación de que su vida ha sido arrebata por la filosofía, pues el contemplarse dentro de las posibilidades divinas, hasta el grado de entender lo poco valiosa que era su condición pasada, requiere un abandono de la forma de vida, un alejamiento de los placeres que se consideraban más altos, es una abandono de la condición humana en un intento de asemejarse lo más posible a la divinidad. Alcanzar los principios divinos toma como precio el abandono de lo que se podría considerar como la existencia humana, no le es lícito al hombre mantener su forma pobre e impura frente a lo divino. La filosofía es una forma de vida que llega a ser pesada, la salida de la caverna no es una travesía tranquila llena de placeres, es desligamiento de los placeres de la vida en la búsqueda del mayor bien que se puede alcanzar en esta vida, estar totalmente tornado hacia las potencias divinas.

 

 

La búsqueda del conocimiento, al incluir una transformación de la forma de vida, hace que la filosofía no esté limitada a nociones de innovación, autoría o fama como autor. En las tradiciones de las escuelas antiguas donde ya se iniciaba el neoplatonismo, los autores no se concentraban tanto en una elaboración de “nuevos” sistemas filosóficos o en la fundación de los propios textos, sino que se inició una tradición de exégesis de los textos de los grandes autores. Había una tradición a la cual se consideraba como estructura del desarrollo filosófico. La aproximación a los textos estaba pensada para seguir un itinerario de desarrollo ético, se comenzaban con los textos de temas fundamentalmente éticos (para iniciar una purificación del alma), se continuaba con la física para iniciar el conocimiento de las causas del mundo y así poder pasar las realidades incorpóreas, siendo la metafísica un tipo de coronación que buscaba acceder a la contemplación de Dios14. Incluso aunque sólo se comentaran textos, el análisis de los mismos cobraba sentido cuando el trabajo sobre la tradición le revelaba al estudiante su compromiso ético15, sin importar que la filosofía se presentara de una nueva forma, permanecía el compromiso que implica el amor por la sabiduría.

 

 

[…] ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos ?¿O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y “preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre” o soportar cualquier otra cosa, antes de volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida”16

Lo haya buscado por voluntad propia o le haya sido impuesto por voluntad divina, el arrebato del hombre por la filosofía le impone tanto una responsabilidad como un cambio. Pues como el hombre que es sacado por la fuerza de la caverna, al volver, no le es lícito juzgar su contexto ni a sus compañeros de la misma manera que lo hacía antes ya que, de hecho, el no será juzgado de la misma manera. Cuando se enfrente a los vicios que habitan en él y lo seducen, lo que se espera de él será mayor que lo que algún hombre común no iniciado que aún permanezca ignorante respecto de su propia condición pueda hacer. El que se ejercita en la filosofía se convierte él mismo en una puerta de acceso hacia el amor por la sabiduría, su relación con los hombres también se ve transformada, debe, cuando el Dios se lo permita, incitar a otros a la búsqueda de la virtud y la sabiduría. La filosofía no es un ejercicio que aleje a los hombres de la humanidad, al contrario, los acerca más al llevarlos hacia el conocimiento más profundo de las esencias que se manifiestan y conforman la naturaleza humana. Dicho de otra forma, puede que su compromiso lo lleve a convertirse en un partero de almas, cuyo trabajo consista en mostrar a los hombres su ignorancia para que así se vuelvan tierra fértil para ese amor que los arrebatará de su condición presente y los dirigirá hacia una nueva existencia. La responsabilidad que viene con la filosofía le exige al amante del conocimiento un abandono de todo lo que creía ser, un constante autoexamen para conocerse y arrancarse de su condición presente y así poder ser arrastrado hacia lo divino y simple. La filosofía es un abandono de vida, una preparación para la muerte cuyo regalo es abandonar en lo más posible aquella existencia particular para poder estar lo más cerca posible de aquella verdadera esencia cuya simpleza impide que un hombre se reconozca como un yo diferente de Ella. El amor a el conocimiento mata a el hombre para que lo amado pueda tomar lo divino de él e integrarlo en sí. El hombre da su vida para integrarse a su amada: la fuente de la sabiduría.

 

1Platón, República, 516 b-c

 2Platón, Teeteto, 156a-157d

 3Cf. Giordano Bruno, Las sombras de las ideas, p. 39

4Cf. Platón, Alcibíades I, 129e-133a

 5Platón, República, 514a

 6Cf. Plotino, Enéada, V ,I 1 20-25

7Cf. Ibid, V, I 1-5

 8Platón, Alcibíades I, 133b ,128d-e, 130e-131a

9Cf, Platón, República, 515b-516d

10Cf. Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?, p.181

 11Cf. Platón, Alcibíades I, 117e

 12Cf. Ibid 133b

 13Cf. Ibidem

14Cf. Pierre Hadot, ¿Qué es la filosofía antigua?, p.171

 15Cf. Ibid, p.17

 16Platón, República, 516 d

Bruno, Giordano. Las sombras de las ideas. Prólogo de Eduardo Vinatea, Traducción de Jordi Raventós. Madrid, SIRUELA, 2009.

Hadot, Pierre. ¿Qué es la filosofía antigua?. Traducción de Eliane Cazenave Tapie Isoard. México, Fondo de Cultura Económica, 1998.

Platón. Diálogos IV. República. Introducción, traducción y notas de Conrado Eggers Lan. Madrid, Gredos, 1988.

Platón. Diálogos V. Parménides, Teeteto, Sofista, Político. Introducción, traducción y notas de Isabel Santa Cruz, Álvaro Vallejo Campos et. al. Madrid, Gredos, 1988.

Platón. DIálogos VII. Dudosos, apócrifos, cartas. Introducción, traducción y notas de Juan Zaragoza et al. Madrid, Gredos, 1981.

2 thoughts on “Filosofía como muerte

  1. Todo su escrito exhala platonismo: “la realidad de este mundo que no es el verdadero ser, que no es la realidad ni lo verdaderamente bueno, participa de aquello de manera un tanto distante, es causado por la luz de la divinidad que lo llena y lo rige en el mundo visible.” Pero quizá se equivoca al enmarcar a todos “los antiguos”, según los llama, en ese marco. Sigue usted a Hadot en lo que se refiere a que la filosofía antigua no solo es una producción de discursos, sino también una forma de vida. Y también Hadot dice que la filosofía como preparación para la muerte es una constante en filosofía al menos hasta Heidegger, que el último autor que cita, pero no creo que se puede sostener —como parece hacerlo— que ello está enmarcado siempre por cierto platonismo.

    • Sí, en parte seguía a Hadot, pero en su libro, al comentar sobre la muerte y la filosofía, él intenta rechazar la hipótesis sobre la filosofía como preparación para la muerte. Según entendí, el rechazo de Hadot tenía una base en mirar a la muerte de una forma literal, como si la única manifestación posible fuese el fin de las funciones del cuerpo. La intención de mi texto es tratar de ver que la muerte presenta diferentes formas de manifestarse en la vida de los hombres o incluso en el devenir en general.

      El tinte platónico de los textos es algo que no puedo evitar, por más que intente ser cauteloso en ello. Pareciera que ciertas corrientes parecen apresarnos y volver a nosotros incluso cuando busquemos evitarlas.

      Ahora,las fallas al sostener ciertas tesis, como la filosofía para la muerte, pueden venir, en gran medida, de una lectura literal,e.g.,el ejercicio para la muerte nos daría una visión donde lo valioso está al fallecer el cuerpo y alejarse hacia más allá, donde viven las hadas y las Ideas. De esta manera el trabajo de la filosofía sobre la vida del individuo y el ejercicio ético quedaría como un desvarío, pues lo importante es morir, no vivir dignamente. Pero si consideramos una lectura que no sea literal, el cambio de una conciencia hacia otra estaría marcada por una muerte,por el fin de una forma de ver y enfrentar el mundo, desde cuyos vestigios nacería una nueva concepción capaz de afectar y padecer de maneras distintas.Entonces la transformación ética del individuo sería una manifestación del ciclo infino que mantienen los opuestos de muerte-vida, inicio-fin. El problema con tales interpretaciones es que parecen ser insuficientes para las demandas de la razón, la cual exige una estabilidad fundamentada en pruebas y hechos literales, sólo así podría ser una estructura racional sólida.

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